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LOS AÑOS NARANJAS

Un artículo de Ander Izagirre sobre Etxeondo y el equipo Euskaltel Euskadi

El equipo Euskadi nació de una manera insólita: por suscripción popular. Para la temporada 1994, casi 3.500 personas sacaron dinero de su bolsillo y 720 empresas completaron el presupuesto para formar un equipo profesional de ciclistas vascos. Semejante proyecto, sostenido por el tejido social y empresarial del País Vasco, encajaba de maravilla con las ideas de Etxeondo. La empresa ya había vestido a los equipos que habían salido de su entorno geográfico en los años 80: primero el Reynolds, luego Orbea, Kas, Fagor…

-...y no colaborábamos con ellos solo porque fueran de casa -dice Paco Rodrigo-, sino porque nos permitían aprender muchísimo. En esos equipos corrían ciclistas de primer nivel mundial como Delgado, Cabestany, Lejarreta, Gorospe, Indurain, Kelly, y teníamos que estar preparados para darles lo mejor, para conocer los mejores tejidos y las mejores técnicas, para desarrollar las prendas más modernas. Además en esos equipos trabajaban veteranos con experiencia en todas las facetas del ciclismo, gigantes como Ramón Mendiburu o Txomin Perurena... Con ellos aprendimos un montón.

En los 80 y 90, la apuesta comercial de Etxeondo pasaba principalmente por vestir a equipos profesionales, ganar carreras con ellos y ampliar así la repercusión de la marca. El caso de la Fundación Euskadi fue particular. Nació como un equipo modesto, con una mezcla de corredores ilustres en su última temporada (Pello Ruiz Cabestany, Javier Murguialday, Rubén Gorospe, Juan Tomás Martínez…) y una hornada de neoprofesionales (Roberto Laiseka, Iñigo Cuesta, Aitor Osa…).

-Era un proyecto ilusionante pero con presupuesto limitado, no teníamos un jefe de filas como para ganar vueltas -explica Rubén Gorospe-, así que lo importante era meterse en escapadas y dejarse ver. Después de visto, todo el mundo es listo, pero tiene mérito que Etxeondo quisiera implicarse en este proyecto: ya trabajaban con los mejores del mundo y este era un equipo de andar por casa, sin muchas posibilidades de ganar nada. Pero en este caso contaba el orgullo de echar una mano al equipo de casa con lo que cada uno mejor sabía hacer. No todo son decisiones económicas, hay mucho sentimiento y mucha ilusión también.

-Etxeondo empezó con Danena -recuerda Patxi Rodrigo-, un club aficionado del pueblo de al lado, que pasó a profesionales como Orbea y se convirtió en uno de los equipos más importantes del pelotón. Eso siempre nos ha gustado: participar en los proyectos del entorno y crecer con la comunidad.

Miguel Madariaga, principal impulsor de la Fundación Euskadi, se reunió con Paco Rodrigo y enseguida acordaron que Etxeondo fuera otro de los socios que sostendría el equipo: el socio que ponía la ropa.

-Corríamos con material puntero, porque en casa teníamos fabricantes muy buenos: Orbea ponía las  bicis, Etxeondo la ropa… -dice Rubén Gorospe, que ya había corrido muchas de sus nueve temporadas en la estructura de Reynolds-Banesto con ropa de Etxeondo-. Paco Rodrigo siempre iba por delante de las demás marcas, siempre aparecía con lo último de lo último. Veníamos de la época de aquellos maillots de lana tan pesados, que se empapaban y tardaban tres días en secarse, y nos venía Paco con el gore-tex, con el wind-stopper, con los tejidos más modernos, los más ligeros, los más impermeables...

-Sin preguntarnos nada, Paco siempre inventaba algo -añade Julián Gorospe, hermano de Rubén-. Aparecía en las salidas de las carreras y  nos traía que si unos botines especiales para el agua, unos guantes de neopreno, un chubasquero nuevo, un chaleco para bajar puertos con frío… y nosotros encantados. Cada vez que aparecía Paco, era como los Reyes Magos, siempre con alguna sorpresa.

Antes de ser el director deportivo en los años dorados del equipo Euskaltel-Euskadi, Julián Gorospe fue uno de los ciclistas vascos más carismáticos de los años 80 y principios de los 90, ganador de dos Vueltas al País Vasco, una etapa del Tour de Francia y dos de la Vuelta a España entre otros muchos triunfos. Completó toda su trayectoria en el equipo Reynolds, luego Banesto. Recuerda alguna temporada en la que cambiaron los acuerdos comerciales y vistieron otras marcas.

-Nos daban unos culotes y unos maillots que tenían buen aspecto, pero después de dos lavados se te desajustaba todo. Con Etxeondo, buah, la calidad del tejido era increíble y sobre todo lo bien que se ajustaba: las badanas de Paco eran famosísimas, las mejores por mucha diferencia; y así todo, los culotes, los maillots, todo ajustado al milímetro a cada corredor. Muchas veces los ciclistas que se iban a otros equipos le seguían pidiendo ropa a Paco a escondidas: ponme tú las badanas, por favor... O llevaban camisetas interiores de Etxeondo o guantes o lo que fuera, pero quitándole la etiqueta… 

-Paco era muy quisquilloso con los detalles, nunca se quedaba conforme -añade Rubén-. Venía a las carreras y nos miraba la ropa de arriba abajo. Si veía cualquier cosa, yo qué sé, una cremallera que bailaba un poco, ya lo mejoraba para la próxima. El equipo Euskadi era humilde pero íbamos vestidos de Etxeondo, y con eso ya éramos capitanes -se ríe.

EL MAILLOT DE LOS PIMIENTOS

El primer maillot transmitía con claridad el mensaje principal de aquel proyecto: había un equipo vasco en el pelotón. Era un maillot blanco, con los hombros verdes y los costados y los cuellos rojos, una evocación de la ikurriña que recorría las carreteras. En el torso, bajo la palabra Euskadi, se alternaban unas llamaradas rojas y verdes. 

-Representaban un pelotón de ciclistas veloces, pero por su aspecto le llamábamos ‘el maillot de los pimientos’ -se ríe Patxi Rodrigo.

Aquel maillot se convirtió en un signo de combatividad: vistas las escasas posibilidades de conseguir victorias contra equipos mucho más poderosos, los ciclistas del Euskadi se colaban en todas las escapadas posibles para dejarse ver. En una de esas fugas, en la última etapa de la Vuelta al País Vasco-Itzulia de 1994, Agustín Sagasti consiguió el primer triunfo en Azpeitia. 

El equipo creció a partir de 1997, cuando la empresa de telecomunicaciones Euskaltel entró como patrocinador principal y aumentó el presupuesto.

-En esa época salían muchísimos ciclistas. A principios de temporada había carreras de aficionados con más de trescientos corredores, y de la cantidad salía la calidad -recuerda Julián Gorospe, quien sustituyó a Txomin Perurena como director a partir de 1998-. Tuvimos unas remesas muy buenas: llegaron Haimar Zubeldia, Iban Mayo, Joseba Beloki, Alberto Martínez, Alberto López de Munain, ya estaba Roberto Laiseka, casi el único fichaje fue David Etxebarria, que había ganado etapas en el Tour...  Era un equipo de casa con ciclistas cada vez mejores. El apoyo económico de Euskaltel nos permitió mantener la plantilla varios años seguidos y así fuimos creciendo.

Euskaltel-Euskadi empezó a asomarse a los escenarios internacionales más importantes: consiguieron victorias de etapa y buenos puestos en las clasificaciones generales de la Midi Libre, la Dauphiné, la Volta a Catalunya… y Laiseka dio el primer gran golpe con su triunfo en la Vuelta a España de 1999, en el alto de Abantos, por delante de Frank Vandenbroucke y el ‘Chava’ Jiménez. Empezaban a fantasear con una invitación del Tour de Francia. 

UNA BOLSA CON LA SORPRESA NARANJA

El maillot del Euskaltel-Euskadi había evolucionado hacia un predominio del verde botella y el blanco, con mangas rojas. Para el año 2000, los directivos de Euskaltel quisieron que el equipo adoptara el color corporativo de la empresa. 

-Nos mandaron un color naranja y nos pidieron que les presentáramos un maillot nuevo con ese tono -cuenta Paco Rodrigo-. Lo preparé, me fui con Julián y Rubén Gorospe, que eran los dos directores del equipo, y nos reunimos con José Antonio Ardanza (presidente de Euskaltel, antiguo lehendakari) y con Paco Allende (secretario general de la empresa). Les enseñé el maillot con el color que me habían pedido y les gustó: vale, muy bien.

Pero Paco Rodrigo guardaba una sorpresa.

-A mí ese naranja me parecía un poco sucio, un poco cargado, así que a la reunión me llevé un segundo maillot distinto. Se lo dije a Paco Allende, que era una persona exigente, crítica, y también lanzada, ambiciosa: él quería dar el golpe con el equipo, con el maillot, con todo…  “Oye, Paco, he traído una alternativa a ese naranja, otro maillot”… “¿Lo tienes aquí?”. Yo soy muy listo, siempre elijo tipos guapos para lucir las prendas -se ríe Paco-, así que le di la bolsa con el maillot alternativo a Rubén Gorospe y le dije que se lo probara. Cuando salió Rubén, buah, impresionante…

-Cuando salí, vi caras un poco raras -se ríe Rubén-. Era un maillot naranja mucho más llamativo y al principio se quedaron un poco descolocados.

-Pero enseguida les entusiasmó -dice Paco-. Era un naranja de pureza máxima,  con un punto de flúor, impactante. Aquel color lo trabajé un montón, le di mil vueltas, porque hay que tener en cuenta muchas cosas: que destaque en el pelotón, que se vea bien con mucha luz y con poca luz, que quede bien en las fotos y en la tele, que luego no haga efectos raros… Ese color lo estudiamos muchísimo. Y me atrevo a decir que nos quedó perfecto.

-Tú puedes conformarte con un color estándar y sabes que va a quedar bien en distintos materiales: desde un maillot hasta una chaqueta de gore-tex; en unos guantes, en un casco o en unos botines…  -dice Patxi Rodrigo-. Pero en Etxeondo buscamos salirnos de la inercia, queremos colores especiales. Debemos tener mucho cuidado, porque son colores novedosos, arriesgados, y según la luz que reciban, según las prendas en las que los apliques, puede crear efectos indeseados. Nuestras fórmulas de color están fuera de los estándares y a veces los ingenieros se nos vuelven locos para acertar con las máquinas y los diseños. Son decisiones arriesgadas, nos obligan a trabajar más. Ya: pero es que esa es nuestra apuesta.

-Vamos siempre al límite -añade Paco-. Tenemos un color ideal en la cabeza, un color limpio, puro, y queremos plasmarlo en las prendas de la mejor manera posible. Trabajamos mucho para llegar a ese color ideal. 

Como siempre recuerda Paco, hace falta otra cosa para que un color tenga éxito:

-Que los ciclistas ganen. El maillot de La Vie Claire se hizo legendario porque era muy bonito… y porque tenían a los mejores del mundo, nos ha fastidiado. Si tú diseñas el mejor maillot y luego nunca se ve en carrera...

El estreno del maillot naranja en el año 2000 coincidió con el despegue internacional del Euskaltel-Euskadi: Haimar Zubeldia ganó la Euskal Bizikleta; en la Dauphiné, antesala del Tour, López de Munain le ganó el prólogo nada menos que a Lance Armstrong, Zubeldia se vistió de amarillo en el mítico Mont Ventoux y terminó segundo en la general... Laiseka se anotó otra etapa en la Vuelta a España, en el alto de Arcalís, ya vestido de naranja. El equipo terminó la temporada con quince triunfos y la esperanza de ganarse la invitación para el Tour.

LA MAREA SUBE HASTA LOS PIRINEOS

Si algo catapultó a este equipo, fue su afición. Jean-Marie Leblanc, director del Tour de Francia, añoraba la época en que la prueba se disputaba por selecciones nacionales. Y el Euskaltel-Euskadi, que funcionaba como una selección vasca extraoficial, atraía a las montañas pirenaicas a una marea impresionante de espectadores con sus camisetas naranjas y sus ikurriñas: esa afición fue, sin duda, uno de los factores principales para que el Tour acabara invitando al equipo en 2001.

De los nueve corredores que tomaron la salida, solo Iñigo Chaurreau y David Etxebarria habían corrido el Tour. Desde el principio dio la impresión de que aquello les quedaba demasiado grande.

-Nunca olvidaré la primera semana -cuenta Haimar Zubeldia, uno de los siete debutantes, que se había peleado de tú a tú con Armstrong en la Dauphiné del año anterior y partía con aspiraciones-. Salimos con ganas de hacer una buena clasificación y en la primera semana nos pillaban en todas. Un día hubo abanicos y llegamos todos los del equipo en el último grupo, a 18 minutos, salvo Chaurreau. Otro día me caí en una montonera terrible, llegué a meta destrozado… 

Zubeldia acabó su primer Tour en el puesto 73, a más de dos horas.

-Creo que fue importante terminarlo, porque sufriendo se aprende mucho. El Tour es una carrera que exige experiencia -y lo dice alguien que participó en dieciséis ediciones y terminó quince, cinco de ellas entre los diez primeros.

Los ciclistas del Euskaltel-Euskadi resistieron como pudieron y en la tercera semana del Tour se les despertaron las ilusiones: llegaban a los Pirineos, donde les esperaba la marea naranja.

David Etxebarria recuerda que en los kilómetros iniciales de la etapa Tarbes-Luz Ardiden rodaba en las últimas posiciones del pelotón junto a Roberto Laiseka. Empezaron los ataques, ellos iban sufriendo los latigazos en la cola, salió una escapada grande y de repente le dijo Laiseka:

-David, hoy tengo unas piernas increíbles, las tengo de mantequilla pura. Hay que poner a tirar al equipo, que hoy gano la etapa.

Etxebarria alucinó:

-Roberto, ¿qué dices? Que van veinte tíos con dos minutos de ventaja. Que esto es el Tour, que nosotros no nos hemos puesto nunca a tirar del pelotón...

-Pues hoy sí, hazme caso, que hoy gano la etapa, ya verás.

Laiseka insistió y los ciclistas del Euskaltel tiraron en cabeza hacia un Tourmalet inundado de ikurriñas y camisetas naranjas. Redujeron la desventaja, Laiseka atacó al paso por la estación de La Mongie y fue cazando a los fugados uno por uno. En la ascensión final a Luz Ardiden rebasó a Wladimir Belli, el más adelantado, y apretó con angustia porque Armstrong y Ullrich subían a tope, cada vez más cerca, disputándose el maillot amarillo.

-Luz Ardiden fue una locura -recuerda Laiseka-. Subí por un pasillo estrecho de aficionados vascos que me gritaban todo el rato, fue increíble, al terminar la etapa me pitaban los oídos.

Haimar Zubeldia, que se había vaciado en la persecución de los fugados, subía Luz Ardiden a veinte minutos de los primeros.

-Íbamos subiendo y de repente rugió la montaña entera. Fue una pasada, como la celebración de un gol en un estadio, pero en plenos Pirineos. La gente nos empezó a gritar: “¡Ha ganado Laiseka, ha ganado Laiseka!”.

-Ni se nos ocurría imaginarnos algo así -dice Julián Gorospe-. Ganar una etapa en nuestro primer Tour nos parecía casi imposible, pero es que encima ganarla en los Pirineos, a lo campeón, con las montañas llenas de nuestra gente… Laiseka era un ciclista correoso, sufridor, se crecía con los ánimos de la afición. Eso fue clave.

FIESTA EN EL TOURMALET

Etxeondo había ganado dos Tours vistiendo a Indurain y Delgado, también había conseguido otros triunfos de etapa en la vuelta francesa con equipos tan potentes como la ONCE, pero dice Paco Rodrigo que la victoria de Laiseka alcanzó otra dimensión.

-Aquello lo vivimos de una manera tremenda. Lo sentí como un triunfo de mi pueblo, de mis amigos, de mis compañeros de trabajo... Fue la alegría de toda una comunidad. Y encima con Laiseka, un tipo que debutó en 1994 cuando nació la Fundación Euskadi y que completó toda la trayectoria hasta ganar la etapa reina del Tour: es que fue algo increíble. Cómo me alegré de que fuera él, un tipo cascarrabias al que quiero un montón. Fue una satisfacción brutal.

En esos años los Pirineos se convirtieron, más que nunca, en una fiesta anual para los aficionados vascos. Muchos trabajadores y amigos de Etxeondo se reunían en la estación de La Mongie, en plena subida al Tourmalet, para celebrar parrilladas y conciertos, para subir el puerto en bici, para ver pasar la carrera y animar a los ciclistas, especialmente a los del Euskaltel, con las banderolas que habían estampado para cubrir la montaña.

-Nos juntábamos muchísima gente -recuerda Patxi Rodrigo- y hacíamos unas fiestas tremendas: venían los del taller, los comerciales, los que hacían de modelos fotográficos, un montón de amigos, incluso venían políticos de todos los colores, nos juntábamos gente muy diversa porque éramos todos ciclistas. El ciclismo une mucho. Y Etxeondo es una empresa, pero siempre hemos sido un grupo de aficionados al ciclismo, unos locos por el Tour, el Giro o lo que toque, y nos gusta vivirlo a pie de carretera.

En 2003 asistieron a un momento inolvidable precisamente en el Tourmalet. Cuatro ciclistas pasaron en cabeza: Armstrong y Ullrich -los dos que se disputaban los Tours de aquellos años-, Iban Mayo y Haimar Zubeldia. Los ciclistas del Euskaltel peleaban con los mejores del mundo en los Pirineos, ante su gente. Iban Mayo había ganado unos días atrás en la cumbre legendaria del Alpe d’Huez, Zubeldia mantenía una regularidad extraordinaria y aspiraba al podio.

  -Nunca me olvidaré de ese momento -cuenta Zubeldia-. El Tourmalet estaba repleto de gente vestida de naranja, nos animaban como locos. Se me quedó grabada la última recta. En carrera vas como en una burbuja, pero allí empecé a identificar amigos, familiares, gente conocida en el público, y en medio del griterío me vino una emoción que nunca he vuelto a sentir.

-También nos alegraba ver en cabeza a Ullrich -sonríe Patxi Rodrigo-. Mi hermana decía que era el ciclista más guapo y además llevaba camisetas interiores de Etxeondo aunque no fuera la marca de ropa de su equipo. Cuando se abría el maillot, se le veía la camiseta con un hueco recortado: le cortaba el logo para disimular.

EL COLOR DE LOS VASCOS

Paco Rodrigo cree que la aportación de un equipo como Euskaltel iba más allá de lo deportivo:

  -En un país que vivía años muy duros de violencia, con problemas políticos graves, con divisiones sociales profundas, de pronto mucha gente se reunía alrededor de un deporte muy arraigado y de un equipo propio, y compartía una afición, una fiesta. 

Incluso se convirtió en un nuevo signo de identidad.

-Los neerlandeses nos decían que compartíamos color, que el naranja era el color de los vascos igual que el de ellos. Y eso empezó a pensarlo todo el mundo: los franceses, los italianos, todos veían las imágenes de la marea naranja en los Pirineos y creían que ese era el color identificativo de los vascos, cuando nunca había sido así hasta que le dimos ese color al equipo Euskaltel.

Marco Pastonesi, cronista de ciclismo durante muchos años en La Gazzetta dello Sport, recuerda aquella impresión de que el Tour entraba en el escenario de los vascos cuando recorría los Pirineos. La marea naranja le parecía un fenómeno curioso, porque en el ciclismo los aficionados suelen seguir a sus corredores favoritos, pero casi nunca ocurre que una afición se vuelque con un equipo, año tras año, sean cuales sean sus ciclistas.

-Los vascos son una de las aficiones más apasionadas del ciclismo mundial. Y no aparecen solo en el Tour: en el Giro, en una clásica belga o casi en cualquier carrera se ven aficionados con las camisetas naranjas y las banderas vascas. El ciclismo da una presencia internacional importante a los vascos. Y gracias al equipo, muchos hemos aprendido que “Euskadi” significa País Vasco. A mí me gustaba mucho el nombre: “Euskaltel-Euskadi” me sonaba muy musical, como un juego de palabras, ¿no? -sonríe.

El equipo vivió otras épocas de esplendor con Samuel Sánchez, Igor Antón o Mikel Nieve, con triunfos en Itzulia, Vuelta, Giro y Tour, actuaciones destacadas en clásicas y vueltas (y algunos diseños especiales de Etxeondo, como el maillot naranja con detalles dorados que vestía Sánchez para conmemorar su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, o el culote dorado que lució Egoi Martínez cuando ese era el color que distinguía al líder de la Vuelta a España aquel mismo año). En el ciclismo iban entrando patrocinadores globales, los presupuestos se disparaban y cada vez resultaba más difícil mantenerse en la élite, pero incluso en épocas difíciles el Euskaltel sirvió como trampolín para ciclistas debutantes como Mikel Landa, Pello Bilbao o Ion y Gorka Izagirre, que luego saltarían a equipos del máximo nivel.

Tras unos años de declive, el equipo desapareció en 2013. Y ocurrió otro fenómeno peculiar: sin ciclistas del Euskaltel, incluso en una época sin grandes campeones vascos, los aficionados siguieron llenando las cunetas con las camisetas y las ikurriñas. Porque la marea naranja no es un fenómeno de admiración a un ídolo sino una manera colectiva de festejar el ciclismo.

La Fundación Euskadi volvió de una manera más modesta en 2018, con el propio Mikel Landa como presidente, y se reforzó con el patrocinio otra vez de Euskaltel en 2020.

-Con este regreso, en Etxeondo se nos removieron las tripas -cuenta Patxi Rodrigo-. Todos sabemos que ahora es mucho más difícil montar un proyecto de primer nivel mundial, pero nos hace mucha ilusión volver a tener un equipo vasco. Por eso decidimos implicarnos y diseñar otra vez un maillot naranja. Es impresionante la fuerza que puede alcanzar un color: solo por ver de nuevo a ciclistas vascos compitiendo de naranja, ya se despertó la ilusión.

El ciclismo vasco de élite tiene sus altibajos, sus épocas de vacas gordas y sus épocas de vacas flacas, pero se apoya en una tradición de grandes equipos como Orbea, Kas, Fagor o Euskaltel, siempre por encima de las figuras individuales, en un ecosistema de clubes locales, organizadores de carreras, medios de comunicación, fabricantes de bicicletas y de ropa, y sobre todo en una afición que se sigue transmitiendo de manera apasionada. Y que desde hace tres décadas se refleja en un símbolo: el color naranja.

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